viernes, 30 de julio de 2010

El amanecer

Pasó algún tiempo entre fiesta y sacrificio comunitario, pero no creas que se me han olvidado tu rostro y sus chapas, tu cabello color café y lacio, la presión tan fuerte de los latidos de tu corazón cuando te toco... pero sobre todo recuerdo tu gesto, cuando te digo; me gustan tus piernas, que se asoman a mi eternidad. Podemos en la noche, mirar las estrellas que tienden al infinito en función del Universo, imaginar que estamos en un cuarto sin culpa ni pasado, con cuadros de un pintor anónimo y colores sinceros y alegres, volar abrazados más con ergonomía que con dinámica. Te atravieso con la mirada y tu te transparentas en mi, soñamos que comemos, que reímos y lloramos, pensamos atemporalmente, me dices un cuento, te cuento una historia, hablamos de los dos y estamos en uno solo, te digo; me gustan tus ojos de cielo, tu cabello café y fresco, el perfil de tus senos, el punto exacto que vemos y el camino al infinito. Tus piernas que se tornean en la experiencia de tu caminar, hasta tu talón que si fuera de Aquiles no lo habrían matado. Pasmado por al sinceridad de tus gestos y llegando a otros mundos desconocidos te aprieto la mano y pongo una canción antañera, quizá Purple Rain, tomo tus manos y las pongo sobre mi pecho, cantamos una canción juntos y reímos un poco con más nostalgia que resignación, soñamos con las estrellas y mi viaje es hasta ellas, tomamos las heridas del alma y arrancamos con la sangre todo el imperfecto. 1, 2, 3, segundos de silencio y despertamos con la luz de las 8:30 horas, sin darme cuenta la distancia a la que estábamos más cerca era el edén en la realidad.

1 comentario: