Ciertamente mi hermano ha tenido una pluma más prolífica a últimas fechas. No tengo perdón, ni una excusa que me convenza lo suficiente para ponerla aquí, así que sólo digamos que he vuelto, aunque no sea lunes, aunque ya no es lunes...
Espero que lo del trabajo vaya caminando. No sé si vaya a coincidir con el esperado viaje para los hongos, pero de ser así no habrá más que madurar y empezar a traicionarnos lentamente. Y hablando de traiciones, madurez y otras cosas similares...
El laburo que nos hemos conseguido nos tiene apretados por el cogote con un horario digno y típico de un burócrata más. Sentado en una oficina bien limpia e iluminada, con el silencio como testigo de lo que va pasando intramuros, escribo estas líneas y le robo un poco de tiempo a la jornada laboral. Extraño dar clases. Lo extraño a rabiar: La simpleza de la planeación de las clases como algo intrínseco a mi naturaleza, el ir y venir de mis pies cansados de estar de pie, pero satisfechos al ver el trabajo de mis alumnos; la alegría de ver que poco a poco se pueden alcanzar resultados importantes y la rutinaria tranquilidad de hacer lo que me gusta y que me paguen por ello.
Me cuesta trabajo creer que apenas hace un año tenía a mi cargo un grupo de 13 chavos (en su mayoría chavas) que aprendían inglés a pasos agigantados. Pasaron del cero al diez en cinco semanas y yo mismo me maravillaba de sus avances. Hoy (en teoría) debo ver por 125 estudiantes y su progreso académico. En verdad el decirlo se siente un poco como una lápida en los hombros. Luego me acuerdo de que cada cosa tiene su tiempo y su lugar, que no soy un súper héroe que todo lo pueda y que a final de cuentas son los mismos estudiantes los mayores responsables de su aprendizaje.
No entiendo muchas cosas del funcionamiento de mi escuela. A veces me parece que somos más una agencia de viajes a Canadá que una institución educativa. Como que los dueños basan sus políticas para la escuela en función de los viajes: futuros prospectos que deben ser tratados con cuidado, aquellos que ya viajaron reciben una tarifa especial en su colegiatura... y antes de que nos demos cuenta todos los administrativos estamos metidos en el ajo de los viajes y su promoción. Pero la academia, la academia por sí misma, recibe muy poca atención de los jefes. Es más, parece que se preocupan más de que sigan viniendo que de la calidad del programa y la enseñanza que reciben. 
Sigo aprendiendo de todo esto, aunque a veces lo más difícil es seguir adelante sin saber si es lo que realmente quiero. Ser un administrativo en una escuela representa la tranquilidad de un salario fijo y un horario establecido; pero también me ha representado estar en medio de dos fuerzas y en medio de luchitas sin sentido, que no me interesan realmente. Lo más importante es, tal vez, que me ha quitado la experiencia frente a grupo. Creo que eso es lo que, al final del día, tendré que valorar. Soy un maestro nato, no sólo me gusta lo que hago sino que quiero ser bueno en ello, y no hay nada que supere a la práctica para tal efecto. Sin práctica docente suficiente, ¿voy hacia donde quiero? 
Profesionalmente hablando este cargo puede sonar a un gran avance, pero por alguna razón no acabo de sentirme así: ufano, realizado, orgulloso. No como lo estuve en K... o al finalizar mi carrera; incluso cuando entré al seminario. La cosquilla en la panza se va desvaneciendo. 
¿Qué voy a hacer?
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario