jueves, 30 de diciembre de 2010

ires y venires

A veces las cosas no son como debieran, uno espera y resulta que la liebre salta por otros lados.

Ayer fui con mi hermano Óscar y su familia a Tehuacán. El plan original era ir ahí, aunque había una cierta posibilidad de ir a Puebla. Así nos fuimos, como con cierta esperanza... pero no, al final no fuimos ahí. No perdimos nada de diversión. Después de todo aprendí un par de cosas sobre la verificación y ondas así... 

Salir con alguien con quien no estás acostumbrado es de lo más ilustrativo. Pero a la vez que tú eres un intruso en medio de quienes te conocen, ellos te llevan por caminos que nunca harías de ir por ti mismo. Es curioso, pero reconozco la gran influencia que la forma de viajar de mis padres ejerció en mí. Para mí un viaje debe ser gozado, relajado, debe dejar una enseñanza (que no siempre es tan obvia) y darnos algo más que recordar. Un viaje que no cumple con todos esos requisitos, simplemente no es un viaje. 

Pero yo sí aprendí un par de cosas... desde cambiarle las "gomitas" a los limpiadores del parabrisas de un chevy (en el cual casi no cupe) hasta cuán importante es ponerle agua al motor (o el ánfora esa al lado del motor) cuando se sale a un viaje largo. De pronto hasta me sentí útil de copiloto (o más bien de argüendero y quita-sueño-pa'l-chofer)

Me sirvió para cambiar de aires... digo, en vez del viaje aquél a Tlaxiaco que se cayó por falta de presupuesto (porque la condición era que fuéramos novios – antes de ir) pues fuimos al valle de Tehuacán: cuna del maíz en el mundo. (Como quien dice: nos maicearon)

No hay comentarios:

Publicar un comentario