Tal vez pocos saben que este es el segundo blog cooperativo en el que participo. Ahora que estaba viendo mi escritorio, al fondo, tímido y callado me encontré con un pequeño amigo que nos quiso contener a una persona muy especial y linda con el mundo (yo incluido) y yo. Los rincones que se quedaron en espera de muebles. Tal vez no era la forma correcta de unirnos, y simplemente pasó a ser uno más de los pequeños y empolvados espacios que deambulan en la blogósfera. 
Hoy me levanté con los ojos rojos. Estoy algo cansado después de todo. No dormí completo y eso no me gusta. Creo que necesito tomarme alguna tarde uno de estos días. Ir por una torta de Ronaldo y tumbarme en un sofá hasta que la vista se me cierre entre destellos de imaginación, sueño, cansancio y deseos de que me apaguen ahí mismo. De seguir así voy a querer vacaciones... (ahora que lo pienso, no he tenido vacaciones –como Dios manda– en más de un año) ¡No es posible! 
Luego, al salir de la chamba, me subo a un camión que tarda unos minutos en llegar a mi vecindario. Me agazapo tras mi mochila, sumido en la burbuja de cierta música que suena sólo en mis oídos. Estoy solo. Me siento un poco solo últimamente. Sigo oyendo música y miro a una pareja de acaramelados novios adolescentes que no tienen idea del tiempo que corre aquí. Benditos ellos. ¡Qué triste que les durará tan poco!
Mi casa ha cambiado mucho. La nueva cara me gusta. Es rara, a veces incómoda de tanta novedad... pero me gusta a fin de cuentas. Llegar a casa es dejar los problemas afuera, en la intemperie, con la sola compañía del gato que nos visita de vez en cuando. Saludar es poner tu mejor cara y olvida qué haya pasado en otro sitio. No es fácil. Hay que hacerlo. 
Quiero soñar que puedo volver a soñar. Me he ido volviendo más y más cínico cada vez. ¿Dónde me perdí? ¿Cómo se regresa a Oz cuando descubro que Kansas no es muy "hogareño"?
 
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