Casi no puedo ver, mis ojos se cierran, están inchados, como queriendo salir para no ver más la realidad de lo que algún día temí. Es raro, el abismo nunca olvidado de un pasado y un estado de inconsciencia que mi presente vive. Los ojos de muchos están sobre mi y yo sobre alguien que jamás había conocido, alguien que soy porque así dejé que los años forjaran, curtieran, añoraran. Hoy se acerca Concha (un conocido compañero) y se asoma por la pequeña ventana que existe para que tomen las impresiones, esa ventanilla da al pasillo de las escaleras y a mi, me dice, ¡Qué onda abuelo, qué haces, tu puro trabajas! Y le digo, qué onda concho (así le digo) qué haciendo. Me responde: Pues aquí saludándote porque yo veo que nadie te viene a saludar. Reí y lo pensé. Curioso, pero cierto. Digo, más siendo una Universidad como que diminuta, donde me sé de memoria las caras de los escasos 700 alumnos en total. No viene al caso pero es raro.
Decía yo. Mi mente como que entró en un estado algo así como de deuda y duda. Confusión. Pedí el día de mañana, iré al doctor y asunto arreglado para la gripa. Pero tengo miedo de mañana, de pasado mañana, de mañana pasado mañana, de pasado mañana mañana pasado mañana. Sé que no estoy siendo optimista ni que mi conducta positiva está en su máxima intensidad. Y es que muchos piensan que soy como que sin puntos débiles, que no tengo motivo para variar mi forma de ser, que casi casi soy el tipo de el ejemplo. Y que soy más que lo que soy. Anoche con gripa con dolor de cabeza, a las 5 de la mañana, con todo lo peor que te puedas imaginar. La soledad del nuevo amanecer oscuro en la línea de la luz que da una tangente al mundo intersectándose en el infinito, con ese frío peculiar de muy temprano que se puede tornar riquísimo en un partir de viaje muy temprano o ir a tu primera vez al gimnasio o llegar a tu primaria antes que todos porque te empezaba a gustar eso de ser el primero y más puntual, a tal vez el llegar y hacer llegar al sitio de taxis foráneos a las 6:10 de la mañana a la persona que más amabas, ¡qué se yo!. O bien puede estar más frío en tu nariz que hasta te arde, te quema de frío, entra y te rebana el cerebro con el filo de su frialdad. Esa ausencia y ese vacío del cantar de un gallo que quiere ser pollo y empezar de nuevo porque está arrepentido de cantar toda su vida. Pero con todo y eso pensé en los que me rodean, en mis hermanos, mis amigos, tú, mis padres, mis abuelos, mis tíos, todos aquellos que me rodean y aman de verdad. Con las llagas de mi apellido, la historia de mi raíz, el dolor de hambre de mis ascendentes, la furia y fuerza que guardaron en mi herencia, en mis venas, en el alma. Y desperté, me levanté con más coraje del que pude imaginar, tomé el último sorbo de un litro de leche que se desvaneció por la noche, llene de energía mi cerebro, mis pupilas se comprimieron, mi cerebro oxigenó y pude estar de pie, en alto, en lo alto de gloria.
No importa lo que pasó en el examen, siempre supe lo que iba a pasar en el momento que dudé de mi.
En los momentos más difíciles me suele pasar esto, lo hago, se da, se provoca. Es difícil pender de un hilo y más cuando has probado el abismo. Tengo que regresar y hacer lo que me corresponde, lo que mejor sé hacer, lo que me gusta para vivir, lo que no he valorado y lo que no me he valorado, Dios proveerá, Es verdad, Amén.
 
Ojalá hubiera inyecciones contra la gripe existencial.
ResponderEliminarA veces es bueno hacer un alto y regresar a las fuentes. Yo creo que hay errores que no deben repetirse y manos tendidas para cualquier momento. Los que te amamos lo hacemos no porque seas de cierta forma, o porque respondas a ciertas expectativas. Lo hacemos porque eres una persona amable. Heme aquí pa'lo que haga falta.
Tienes un gran corazón. ¡No se te olvide!